Nicola Mariani

Conocimiento e “inventio” en la obra de Stefano Bonacci



Las formas que Stefano Bonacci (Perugia, Italia 1971) plasma en su pinturas, esculturas o instalaciones presentan dicotomías constantes que seducen - a la vez que desorientan - por su capacidad de moverse, con desenvoltura y espontaneidad, entre la evocación conceptual y la poética matérica; entre la esencia de la geometría y los misterios de la naturaleza; entre la abstracción y la mimesis, y si bien no le guste que se hable de su obra en términos de “búsqueda” - sino de “visión” - sí es cierto que su labor investiga en profundidad, desde un punto de vista puramente estético, las reglas de la vida, ya que descompone la existencia de las cosas hasta llegar a la esencia de los elementos y de las estructuras que componen las ideas, los mitos y los arquetipos de la historia humana y de sus significados.

La paradójica complejidad de su peculiar estilo personal aparece muy bien representada, por ejemplo, en la escultura-intalación Senza titolo (2005, yeso y tubos de neon sobre muro, dim. variables) expuesta en el Senko Studio de Viborg en Dinamarca. En ella la fascinación por la ciencia está combinada con una referencia a la historia del arte que nos habla del ideal clásico de la belleza. En esta obra vemos representada, sobre una pared negra, la célebre formula de la teoría de la relatividad restringida de Albert Einstein, E=mc2. Esta sencilla ecuación constituye una de las formulas más célebres de la física moderna y se ha convertido en el icono de la ciencia del siglo XX. A través de una intervención, aparentemente sencilla cuanto absolutamente genial, sobre este pequeño, pero densísimo, símbolo del progreso humano, Bonacci ha logrado sintetizar en una sola imagen decenas de siglos de historia humana. Dicho en otras palabras, con solo sustituir el símbolo de igualdad por un simulacro en yeso de una estatua marmórea de la antigüedad clásica, dispuesto horizontalmente, el artista italiano ha conseguido construir un puente conceptual entre el pasado, el presente y el futuro. Ha dado la vida, esto es, a una forma sintética que conecta las raíces de la estética occidental con las inquietudes de dominio de la naturaleza, típica de nuestra cultura y de nuestros paradigmas científicos modernos, manejando, con un control absoluto, tanto las exigencias íntimas de las emociones como las preguntas racionales de la lógica; tanto los conocimientos como la inventio; tanto los materiales como los lenguajes plásticos de la creación artística.

En 1995 Bonacci se graduó en Pintura por la Academia de Bellas Artes de Perugia, su ciudad natal. Tras varias experiencias formativas en Italia y en el Reino Unido, de 1999 a 2004 fue profesor de Técnicas Pictóricas en la misma Academia de Perugia, en donde desde 2005 enseña Instalaciones Multimediales. Entre las referencias más significativas de su trayectoria artística, Bonacci reserva un lugar especial a su conterráneo Alberto Burri (Città di Castello, 1915 - Niza 1995), quien representa para él una medida constante de valor ético-artístico del que no quiere prescindir. En una conversación que tuvimos hace un par de años a propósito de Burri, Bonacci afirmó: «la estética formal de Burri lo es todo, un todo sin nada de superfluo. En Burri el rigor compositivo y la armonía substituyen a cualquier teoría, a cualquier acción. El hombre aquí está presente sólo como mitología, el cuerpo está presente en las líneas trazadas y la ética en el silencio de la materia convertida en imagen perfecta. No existen intermediarios entre nosotros y la obra, sólo hay luz y armonía». [“Entrevista a Stefano Bonacci”]

Un acontecimiento esencial para la formación de Bonacci fue el encuentro con otro gigante del arte contemporáneo de la segunda mitad del siglo pasado: el pionero del happening Allan Kaprow, del cual el artista italiano fue alumno en la Fundación Ratti de Como en 1998. De Kaprow, Bonacci aprendió una lección inolvidable: saber reconocer, contemplar y manejar la dimensión lúdica del arte. Es decir, la idea revolucionaria de que se pueda “hacer arte” también jugando con la propia vida, con el propio cuerpo, con el comportamiento, con las acciones y con cualquier material que esté a nuestro alcance; incluso la basura. Además de Burri y Kaprow, Bonacci suele citar otros dos nombres que tuvieron gran influencia en su formación: Sauro Cardinali, artista perugino en la actualidad profesor de Pintura en la Academia de Bellas Artes de Perugia, y Remo Salvadori, artista toscano cuya idea de «continuo infinito presente» sigue siendo paea él un estímulo constante.

En el 2008 Bonacci participó en la XV Edición de la Exposición Quadriennale de Roma, en la que participaron algunos de los artistas más interesantes del panorama artístico italiano de los últimos veinte años. En aquella ocasión Bonacci presentó la obra ένα και πέντε (Uno y cinco, 2008, neón, hierro, vidrio catedral, cables eléctricos, cm. 442x446x46). Se trata de una instalación monumental, relacionada con las teorías del color psicológico y con la iconografía filosófica griega. En ella el artista vuelve otra vez a erigir un puente entre el pasado remoto y el futuro de nuestra cultura, a través de una obra que él mismo definió«un pasaje cerrado y abierto al mismo tiempo». En el catálogo de dicha exposición Paola Bonani introdujo Bonacci hablando de un artista que «da forma a un universo de imágenes en las que se yuxtaponen el rigor de la geometría y la mutabilidad de la naturaleza, las formas regulares y aquéllas irregulares, los materiales artificiales y aquéllos naturales, en el intento continuo de desvelar los criterios que ordenan la variedad del cosmos» (www.quadriennalediroma.org, trad. mía).


En su trayectoria casi veinteñal Bonacci ha realizado numerosas instalaciones site specif y esculturas en plena naturaleza: obras con límites y confines muy débiles, que buscan casi siempre una relación directa e inmediata con el entorno. De hecho, evocan dualismos recurrentes, como cultura/naturaleza, hombre/paisaje, artificial/espontáneo, tierra/cielo etc. A este propósito se pueden citar obras comoDisegno (2003, Casa delle Culture, Perugia), Il ponte (2004, San Casciano dei Bagni, Siena), Open (2005, Burghley Sculpture Park, Stamford, UK), Objects dans la forêt (2008, Burghley Sculpture Park, Stamford, UK). En éstos, como en muchos otros casos, las obras tienden a perder su propia materialidad dejándose absorber por la imagen del paisaje o de las estructuras arquitectónicas con las que se relacionan.

La relación artística entre Bonacci y el genius loci del territorio en el que se hallan sus propias raíces es una relación fecunda, que enriquece continuamente su imaginario y sus personales visiones artísticas. De hecho, la región del Centro de Italia en la que él vive – Umbria – es un territorio con una historia riquísima, una cultura compleja y una naturaleza hermosa. En ella se funden sedimentaciones históricas perfectamente integradas. Se podría afirmar que muchas ciudades umbras (como la misma Perugia) ofrecen un peculiar panorama estético, con una pluralidad de puntos di vista simultáneos; como si se tratara de eras iconológicas superpuestas. Baste con pensar en algunos elementos estructurales de las civilidades etrusca y romana que conviven en el presente con la arquitectura medieval y renacentista. Pero se puede pensar también en los frescos de Giotto en la Basílica de San Francesco de Assisi; o en los de Benozzo Gozzoli en el Eremo de San Fortunato y en el ábside de la Iglesia de San Francesco en Montefalco; o en las obras de Pietro Vannucci (el Perugino) como, por ejemplo, el Nobile Collegio del Cambio en pleno casco histórico de Perugia. En este sentido, en la estratificación arquitectónica y en la contaminación entre estilos se encuentra una gran riqueza de imágenes y lo que más le fascina a Bonacci de la arquitectura y del conjunto de obras de arte que han llegado hasta nuestros días desde los siglos pasados es justo la capacidad de crear, en tiempos larguísimos, formas íntimamente orgánicas. Como suele repetir el propio artista, si se nace y se vive en estos lugares, no se puede no quedar marcados por esta «asombrosa armonía de las diferencias».

Otra dimensión central de la poética y de la práctica artística de Bonacci es la cuidadosa selección de los materiales, que pueden ser tanto nobles como “diferentes”; tanto antiguos como de nueva generación. Se piense, en este sentido, en algunos ciclos pictóricos realizados entre 2003 y 2006, como los Batteri(Baterios), los Nebule (Nebulas), los Forme del tempo (Formas del tiempo) o los Ori (Oros). En algunas de estas obras la gomalaca dona a la superficie pintada un efecto de particular brillantez y tiende a evidenciar las nervaduras de la madera, así como las grietas o las imperfecciones del pigmento. Se trata de pinturas abstractas en las que la materia desempeña un papel de protagonista, alcanzando un nivel de pureza atemporal subrayada en ocasiones por el utilizo de hojas de oro o del soporte antiguo de la tabla. En otras ocasiones, el artista se encuentra más cómodo utilizando el ready made, retomando así la lección de Marcel Duchamp, del cual fue gran admirador durante sus primeros años de estudiante en la Academia de Bellas Artes. Asimismo, se puede valer de la fotografía, del neón o de materiales y soportes más frágiles como el papel o el yeso.


Además de las referencias ya citadas, en sus obras se pueden entrever otras influencias del siglo XX que han contribuido en la definición de su original estilo personal. Se podría citar, por ejemplo, otro exponente de primer nivel del informalismo italiano, Lucio Fontana. Pero cabe mencionar también Joseph Beuys, quien facilitó preciosas indicaciones para muchos de los artistas que empezaron a trabajar en los años ochenta y noventa y que el propio Bonacci reconoce explícitamente como otra de sus grandes referencias durante los años de estudio en la Academia. También se podría mencionar la experiencia del arte povera, y especialmente artistas como Jannis Kounellis, Mario Merz o Michelangelo Pistoletto entre otros. Y, como no, el minimal estadounidense, el arte conceptual o el land art, y en concreto las obras de artistas como Dan Flavin, Sol Lewitt, Donald Judd, Bruce Nauman, Joseph Kossuth, Roman Opalka o Robert Smithson, para citar solamente algunos. Si hay algo que queda inmediatamente claro, pues, al mirar las obras de Bonacci, es que en ellas está perfectamente condensada, según un excelente dominio de la técnica y una personal visión del mundo y del arte, la herencia artística de gran parte del arte no figurativo de la segunda mitad del siglo XX.


Bonacci es un artista con un grandísimo respeto a sus maestros y predecesores y dotado de una profunda conciencia ética, que define tanto su manera de entender el oficio del artista como su relación con el mundo. En definitiva, se trata de un artista que rehúye siempre cualquier estereotipo, clasificación o etiqueta acerca de su obra. Un artista que no se deja seducir por las modas o el conformismo, puesto que - como admite con gran sinceridad - lo que realmente no soporta de lo que hoy en día solemos llamar “arte contemporáneo” es justamente «el arte que se cree comprometido políticamente, el arte que se define social, el arte que hace espectáculo, el arte que grita para que se le note, el arte de los diseñadores de moda y finalmente el arte de prostituirse y de masturbarse, que hoy en día está muy de moda».


(Testo critico pubblicato online in "Arte y sociedad", Madrid 2010)